Este es mi
primer review donde no me apetece spoilear
nada. ¿Para qué, si María Magdalena, la
nueva producción que estrena Caracol a las 10 de la noche,la tienen colgada entera en
Netflix? Es más fácil que hacer adelantos de Yo soy Betty la fea. Cualquiera que haya visto TV en Semana Santa
ya sabe por dónde van los tiros. Ya no necesitas
aguantarte este valium televisivo en
este horario para dormir, lo puedes ver a la hora que quieres, adelantar
capítulos, librarte de diez mil comerciales y no regalarle rating a un canal
que no lo necesita: siempre pueden tirar de su comité de focas que les aplauden
todo en redes sociales, o apelar a su consabido maquillaje de cifras. Por lo
menos las cifras conocidas le dejaron una tibia cuarta posición en la tabla de
ratings.
Confieso que ver
a Manolo Cardona como Jesucristo crucificado me produjo hasta risa. Y a los
apóstoles temerosos (con Andrés Parra como Pedro), modorra.Maria Fernanda Yepes trata de inspirar
fortaleza en su papel, pero hay un je ne sais quoique no me permite tomármela
en serio. Esta suerte de Xena del año 33 me cansa. No le creo su llanto.
Tampoco creo estos diálogos, tan prosaicos como son.
En materia de
locaciones (Marruecos, España y Colombia) y vestuario, la factura no se
escatimó. Pero solo se usó para llenar baches en la trama. Porque en cuanto a
la creatividad, la historia se torna lenta y aburrida. En especial eso de
empezar por el final e ir hacia atrás, con varios saltos en el tiempo, con el
fin de explicar la vida pasada de María Magdalena antes de conocer a Jesús. Ya
a fuerza de tanto usar ese recurso, lo han acabado volviendo predecible. Esto del matrimonio a la fuerza de María es
algo más visto que episodio de los Cuentos
de los Hermanos Grimm. Hasta en Televid debe haber algún programa sobre
esto.
La escena de los
romanos entrando a la fiesta de la boda a cobrar impuestos fue, la verdad, cero
creíble: ¿Una mujer judía leyendo en latín? Como licencia dramática, que se la
creanlos que aceptan sin chistar todos
estos cuentos. Claudio Cataño, como por variar, flojo como Ur, el esposo de
María. Su pelea maritalfue,
francamente, mediocre ¿Hablar de divorcio en pleno albor de Nuestra Era? Si
acaso, era más fácil hablar de repudiar a una esposa o de anular un matrimonio.
Si en la Historia Universal, el divorcio de Enrique VIII, muchos siglos
después, generó la iglesia anglicana, esta parte difícilmente se sostiene. Como
tampoco se sostiene la muerte del padre de María Magdalena en el primer
episodio.
En definitiva,
estamos en la época más floja de los canales privados en la tenebrosa
televisión contemporánea. Ni Dios perdonará este pecaminoso bodrio.
En el más
reciente Festival de Eurovisión, celebrado en Tel Aviv, Madonna fue invitada
musical especial. Pero verla en el certamen musical más grande del Mundo fue
como ver a la artista pop más grande en su peor decadencia: Desafinadísima (y
eso que La Ambición Rubia nunca ha
sido la mejor voz), predecible y sin brillo. Más o menos lo mismo puede decirse
de la cuarta parte (me resisto a llamar temporada
a algo que no lo es) de El Man es Germán,
el asqueante spin off de esa
espantosa producción que fue Las
Detectivas y el Víctor.
Los personajes
cada vez se ven más y más ridículos. Nadie les cree que, 10 años después de ser
personajes de reparto de la telenovela en cuestión, todavía valga la pena
seguir viendo este sainete de medio pelo, con bailes ridículos y vestuarios
como de Tierra Santa en rebajas, que
hasta en un preescolar podrían hacer mejor. La muletilla del “Oe!” se hace fastidiosa desde los
primeros 5 minutos de programa. Santiago Alarcón involuciona al encasillarse en
este personaje tan ridículo, cuando la historia no da más de sí. Además, Julián
Arango como antagonista se ve demasiado sobreactuado, y Patty Fastidio y doña
Grace son realmente irritantes como personajes principales ¿Mataron al
personaje de Jasbleidy solo porque no pudieron negociar con la actriz que hacia
su personaje? ¿En serio no había una mejor idea que inventarse una trama de “amor de barrio” con embarazo de por
medio entre Jonathan, el hijo de Germán y Britney, una vecina? ¿Con esta
payasada aspiran remontar la racha de mierda en ratings? – me vale 40 galaxias
de verga que haya logrado en su debut casi 11 puntos- ¿Apelando a la
chabacanería y a la televisión a los
alaridos? ¿RCN, porqué te gusta fracasar tanto?
Los de las tres letras demuestran cada vez que
no tienen una programación que valga la pena: Vive del pergamino del pasado con
Betty, y le alargan la vida
artificialmente a un personaje tan ridículo como Germán. A veces, como la
canción de la cantante estadounidense, es mejor The power of Goodbye que vivir produciendo pena ajena. Aplica para
la cantante de Michigan, aplica para “El Macho alfa” y su insufrible “manada”.
Pero si por RCN
llueve, por Caracol no escampa: Vuelve la burra al trigo con Desafío SuperRegiones, la decimosexta
temporada del desgastado reality del canal de La Floresta. A mí me da un poco
de risa ver que las focas estúpidas que todo se lo aplauden a Caracol, cuando
Andrea Serna estaba en RCN, decían que estaba pasada de moda, que salía hasta
en la sopa, que era cansona…pero ahora en el canal del molusco le aplauden
hasta un estornudo.
Para rizar aun
más el rizo, tenemos esta temporada con no una, ni dos, sino diez “regiones”,
claro, de a cuatro participantes cada una ( no iban a llevar a sesenta
participantes a Cap Cana, aunque de por si el Desafío ya es insufriblemente largo con 40 participantes). Y la
polémica está servida con la presencia de Jota, otro actor porno gay en el
equipo paisa, claro, eso lo saben los productores de Caracol, quienes saben que
deben causar polémica desde el vamos, o si no, esto va a aburrir más que la
temporada anterior de La Voz Kids,
telepornomiseria mediante.
Ni el intro ridiculísimo con voz en off de Juan Esteban Sampedro vale
para ver este Bosquechispazos o esa pose de Andrea Serna a lo Wonder Woman de bajo presupuesto, que en
este capítulo se me hizo más insufrible que nunca. Y es que el Desafío pasó de
ser un reality para que gente del común logre sus quince minutos de fama en
medio de la lucha por la supervivencia a ser una pasarela de modelitos crossfit. Las tres playas esta vez son
más sobreactuadas, tanto como la inmamable Radio
Desafío, uno de los peores inventos de este programa. Y pensar que esta
basura lidera las tablas de audiencias con casi 13 puntos nos hace pensar que
definitivamente hay mucha gente bruta viendo TV. Bueno, votaron por Duque…
Lo que poco
cambia es la mecánica con Sebastián Martino, el Juez de este disparate y creador de esas patrañas rocambolescas que
fijo rellenarán el horario de las 8 de la noche de aquí a agosto o septiembre.
Nos queda preguntarnos ¿quién será la villana? ¿La que reingrese a las miles y
tantas? ¿O la ficha débil que costará sacar? ¿De verdad van a lograr algo con
tantos uniformes, pareciéndose a los del Reto
4 Elementos, que pasó con más pena que gloria en las pantallas rivales? ¿No
es hora de darle la baja a esta interminable telenovela superpoblada disfrazada
de reality? ¿Esta vez la señora de Barraza tendrá en sus manos el sobre?
¿Daniella Álvarez va a conseguir marido como presentadora florero? – que lo digan Rochy Stevenson y Melina
Ramírez- ¿Cuántas historias tristes vamos a ver esta temporada?
Para los que
necesitaban saberlo (igual, nos vale huevo), con la primera prueba territorial,
a la “reformada” Playa Bronce cayeron Cachacos, Pastusos, Costeños y
Vallecaucanos. En Playa Plata quedaron Amazónicos, Santandereanos, Cafeteros y
Llaneros. Y a Playa Oro, tras los primeros puños, patadas y mechoneadas en la
ya trilladísima prueba de los costales, llegaron Tolima Grande y Antioqueños.
Quise ver el nuevo lanzamiento de
Netflix (que por segunda vez entra en nuestros reviews), pero no desde la perspectiva amarillista de un magazín de
domingo, ni de la que copó por muchos años los titulares de la prensa nacional,
sino como producto de ficción basado en un caso real. Me interesaba, más allá
del resultado, ver si valía la pena ver estos ocho capítulos que narraban desde
los prolegómenos de aquel fatídico Halloween del 2010 hasta el tiempo presente,
cuando la vida de la familia de Luis Andrés Colmenares Escobar cambió para
siempre. Vamos por partes: Por un lado hablemos de los recursos narrativos, por
otro el de los personajes y por último veamos si vale la pena verla.
La escena inicial fue ver a este
Colmenares (Sebastián Osorio) correr huyendo quien sabe de qué o de quien, en
una oscuridad que lo invade todo. Esa será la clave de todo este thriller. Incluyendo todos los
flashbacks que nos ponen en contexto la historia, como el origen de esa fatídica
fiesta de Halloween, y los sentimientos de discriminación que pudieron rondar
en las mentes del mismo Luis Andrés poco antes de morir. Y es que la serie
logra, casi sin querer, que veamos a varias Lauras Moreno: Una, fría como un
iceberg con Luis Andrés al comienzo, otra, que se aprovecha de cierta forma de
él, y luego una que queda atrapada en el maremágnum de la tragedia, como una
hoja en un vórtice de viento, paralizada, estigmatizada ante todos que la
juzgan como poco menos que una “perra”.
Porque versiones fueron y vinieron en
Fiscalía, incluida la escena de su fuerte enfrentamiento con el Fiscal,
confrontada con las fotos del cadáver de Luis Andrés, para mí, una que demostró
que en el casting de la actriz que la representa, acertaron.
¿Estaba Luis Andrés en un
ambiente que no era el suyo? Con eso se juega durante muchos de los ocho capítulos,
sino en todos, con mayor o menor sutileza. Era evidente que Luis Andrés ansiaba
la atención de Laura, y tal vez ese beso esquivo de ella en aquella fiesta de
disfraces es el detonante de todo lo que vivimos. Especial atención debe prestársele
a esa escena, pues marcará parte de la reflexión final de Laura al final de
todo el juicio.
Por su parte, Carlos Cárdenas es
un personaje que se dibuja en la trama como “el
enemigo que amamos odiar”. Su presencia pulula en el ambiente como un
fantasma del pasado de Laura que, al parecer, no está dispuesto a irse…o que
ella tampoco desea que se vaya. Hacia el quinto episodio, no faltará el
espectador que hasta le desee lo peor. En ese sentido, el personaje de Juan
Pablo Urrego también logra un cometido: que permanezca el espectador con las
ansias de saber cómo se libra de todo esto. Y créanme, hubo razones de peso
para ello. Pero no las voy a spoilear
aquí.
De la fiesta de Halloween de niños de papi y mami introducimos el
personaje de Jessy Quintero, otra que terminó involucrada en toda esta trama,
pero que la serie muestra no como la amiga alcahueta de Laura ( de hecho, su relación
en la serie se muestra hasta hostil en buena parte de los episodios, solo
remontando en el último), sino como alguien que legítimamente perdió en su vida
al mismo Luis Andrés. Sea o no un recurso o licencia creativa, me pareció bien
logrado.
La escena clave del puesto de
perros calientes, cuando Luis Andrés sale corriendo, rumbo a su triste final en
el caño el Virrey, fue puesta en relieve con el paso de las muchas versiones,
ciertas o no, que se enlazaron durante la serie. Porque también hay ese
componente: no solo las historias de los implicados en la trama, sino también la
de los testigos falsos. Pero de eso hablaré más adelante. Surgen así los
interrogantes de cómo llegó Luis Andrés a ese caño ¿Se cayó? ¿Lo empujaron? ¿Es
Laura una cómplice de un macabro crimen o la testigo impasible de un triste
accidente?
En el plano actoral, el grueso
del drama recae en Fabiana Medina como Oneida Escobar de Colmenares, la
angustiada madre de Luis Andrés. Para mí, fue una excelente elección de
casting. Supo mostrar, sin sobreactuaciones, el dolor de una madre por la
pérdida de su hijo, y su incesante búsqueda por justicia. Y miren que en mis
críticas es difícil encontrar que haga esta clase de concesiones. Es ella la
que trata de servir de cohesión a una familia Colmenares que queda rota por
dentro desde este momento de la trama. Con un padre de Luis Andrés que, primero
ausente, y luego como víctima furiosa, emerge también como un papel a tener en
cuenta. Y luego queda Jorge, el hermano de Luis Andrés, que luego será
determinante en parte del rumbo que tomó la investigación, cuando entra
Cárdenas en el proceso.
El papel de Oneida es crucial en
toda la trama. Su búsqueda de respuestas le llevará de despacho en despacho por
saber qué sucedió. Así, dimos paso del primer fiscal del caso (interpretado por
Jairo Camargo) al que sería determinante en el
(puedo decir) fracaso del caso: el fiscal González, personificado por
Enrique Carriazo. Aquí si debo hacer un punto y aparte. Muchos pueden
cuestionar a Carriazo por sentir que se repite en sus personajes, y tal vez,
tenerlo al aire en La gloria de Lucho
afecta, por cuestiones de timing, a
la percepción de su personaje en esa serie, como ese fiscal dicharachero y que
termina perdiendo los papeles, aceptando testigos falsos en el caso, hiriendo
de muerte la investigación. Pero creo que era la mejor selección histriónica
para representar al personaje real.
Mientras en otro thriller como Twin Peaks, muchos querían saber qué había pasado con Laura Palmer,
a la Laura de Colmenares le terminan
apuntando muchos dedos acusadores. Y con ello, hace su introducción el “fantasma”
de Colmenares. En este punto me pregunto ¿Tan difícil fue encontrar un actor de
tez morena bueno para el papel, que tuvieron que maquillar hasta la saciedad a
uno de tez clara como Osorio?
La escena del entierro de Luis
Andrés fue muy bien lograda, con una fotografía impecable, aun con una lluvia
no tan convincente como la suya. Porque el agua es también otro hilo conductor
de la trama. Es el agua el medio con el que Luis Andrés hace saber, desde el más
allá, que las respuestas estaban en su cuerpo. Es con la lluvia que se
manifiesta en ese parque “maldito”, cuando todo empezaba a torcerse para los
Colmenares. En este punto de la trama, nadie es tan verdaderamente culpable o
inocente de lo ocurrido.
Los medios en la serie se ven
como una dinámica que juega tanto a favor como en contra del caso. El personaje
de Julián Román como el periodista que da pie a la historia en los medios y que
termina siendo catalizador del desenlace del caso, aun a costa de su propio
matrimonio, es un excelente recurso de la serie. Es este periodista quien le da
la palabra a una Laura a la que todo el mundo acusa y a una Jessy que se ve
vulnerable. Es este el que apunta a la depresión al interior del túnel del caño
como una hipótesis viable para explicar qué pasó. Fue su labor contrastado
hechos la que sirve para quebrar las tesis de la Fiscalía. Su escena queriendo
acercarse a Oneida es crucial, pues desde allí entiende que la madre guajira
piensa más en su tesis que en aceptar que tal vez las cosas pudieron pasar de
otra manera.
Otro recurso es el de las luchas
entre los amigos de Luis Andrés, a los cuales los quiebran los interrogatorios,
exacerbados desde el hallazgo de la carta de Luis Andrés a Laura, quien en un
momento de la trama opta por mentir en torno a su relación con Colmenares. En
este punto, la pueden percibir con otra faceta, la de una especie de Helena de
Troya que se hace odiar fácilmente. Incluso, debo decir que hasta me alegré de
su captura en la trama y de cuan mal la pasó.
No podemos pasar por alto el
despliegue de abogados en este caso. Tanto por el lado de los procesados como
por el de los Colmenares. Yo que soy muy crítico del punto de vista legal en
las bioseries, creo que aquí lo lograron mostrar de la mejor manera. O al
menos, de una forma creíble. Nada como el despliegue de poder de Cárdenas, hacia
al quinto episodio, del que es claro protagonista. Pero desde el sexto, todo empieza
a torcérseles a los Colmenares. De hecho, aunque crea que este es el episodio
más flojo de los ocho, tiene escenas radicales como el reencuentro entre Laura
y Cárdenas o el retiro del Fiscal del caso, por haber introducido testigos que
fueron hábilmente desacreditados por los abogados defensores, queja de su
asistente mediante. Es este el comienzo de muchos reveses que sufren los Colmenares,
y que desembocaron en las absoluciones de Cárdenas, Moreno y Quintero, propias
del endeble andamiaje probatorio de la Fiscalía. Para nadie fue un secreto que
Fiscalía y parte Civil tuvieron sendas divorciadas desde el séptimo episodio, y
ni la entrada de una nueva Fiscal ayudó para salvar la desacreditación marcada
del caso por el enorme daño que hicieron los testigos falsos. La ambición del
fiscal en volver el caso Colmenares un caso de lucha de clases o hasta con un
componente racial se lo terminó de cargar.
En el final, vimos desplomarse
cual castillo de naipes toda la teoría del caso de la Fiscalía, y con ellas,
las esperanzas de los Colmenares de hallar justicia. Pero en realidad, en este
caso perdieron todos: La familia guajira perdió a Luis Andrés. Laura, Jessy y
Cárdenas, su vida normal y su tranquilidad, a pesar de sus absoluciones. El
Fiscal, su puesto y su reputación. El periodista, su matrimonio. La Fiscalía,
un caso. Pero creo que los espectadores ganamos una buena ficción bien contada
en ocho episodios y no en un sainete infumable de 60 capítulos en algún canal
privado ¿Debe ser el retorno de nuestra televisión a series como El Cuento del domingo? Tal vez quien
tome ese testigo es Netflix. Una última
reflexión: ¿Hasta dónde un crimen que se vuelve mediático condiciona nuestra
visión de los hechos?