Tras el ignoto final de La
Reina de Indias y el Conquistador, Caracol debía programar cualquier cosa
en el late, donde frecuentemente los superaba hasta la repetición de Dónde
está Elisa. La solución fue descongelar Los Briceño, que era otro de
los productos que hizo Caracol para Netflix y que llevaba engavetado para señal abierta desde el infame 2020.
Todo comienza en el Concurso
Nacional de Tractomulas, donde los Briceño compiten con su vehículo llamado
La Muñeca, mismo que es la prenda de garantía de una deuda que tiene don
Antonio con Don Tulio, y que este justo quiere cobrarse secuestrando el vehículo
el mismo día de la competencia. En esta suerte de Herbie nivel Sisbén, los Briceño ganan la competencia
y por ende el dinero para pagar la deuda, no sin cierto tufillo machista de por
medio, pero el regaño del patriarca de la familia a Cecilia le hace tomar la
tractomula sin permiso y llevándose el premio sin saberlo. Peluche le declara
sus sentimientos a La Chiquis, y esta se desmaya, porque se descubre que está
embarazada de Samuel. Con mil líos de por medio, la Muñeca corre serio riesgo de ser finalmente secuestrada,
pues la plata no aparece. Esa es la sinopsis del debut.
El problema de esta producción es
que centra su esfuerzo en el triangulo de una embarazada Cecilia que ignora que
Samuel la está engañando de lo lindo, mientras Peluche la ama en secreto; trama
que podría tener mejor destino de no ser por las flojísimas actuaciones de su
elenco principal, quienes solo parecen encasillados en sus roles de gente
bonita pero poco talento ¿Cuándo Mario Espitia va a hacer un papel que no sea
el de costeño bandido? ¿O Restrepo uno que no sea el del galán medio bobo? ¿De
verdad soy el único al que le parece tan francamente irritante la protagonista
femenina que le dan ganas de pegarle? Del resto del elenco, con sus acentos
sobreactuadísimos, el panfletillo pseudofeminista trasnochado del libreto o la construcción
de personajes tan ridícula como el remedo de influencer que es Breiner o
el propio Toronja…mejor correr tupido velo.
Esta suerte de Romeo y Buseta
de muy bajo presupuesto -lo cual ya es mucho decir- pasó sin mucha pena ni
gloria en la plataforma de streaming, y viene a ser otra de las
historias “diferentes y divertidas” con clarísimo sello Dago (Norrea) García,
cuyo universo son las tractomulas, y que muy probablemente terminará igual de
aburrida como muchas otras producciones que los del molusco han puesto a
morirse en el horario de las 10:30 p.m.
Aunque algunos medios
enmermelados por los cheques de La Floresta se atrevieron a titular que es “la
primera novela no odiada en mucho tiempo” (risas), lo cierto es que han
tenido una muy débil semana de debut, con una presencia muy intermitente en la
parte baja del Top 10, escasamente superando al remake de RCN, y aunque
mejoraron las magras cifras de La Reina, hasta los partidos más flojos
de Qatar 2022 la superan. Cuando en redes sociales leía que les parecía “entretenida”
y se lamentaban del tardío horario de este sainete de medio pelo, me decía a mi
mismo “con razón Sábados Felices ha durado 50 años haciendo un humor tan
ramplón”.
Con todo lo infumable y ordinaria
que es esta telenovela, muy probablemente sean sus 63 capítulos los que hagan
el relleno del horario de Caracol, que parece demostrar que NO es el canal
pluscuamperfecto que algunos creían, pues en materia de ficciones, el 2022 ha
tenido muchas más sombras que luces. Y no me vengan a hablar de Arelys Henao
o Las Villamizar, que todos sabemos que, al margen de sus cifras, fueron
un coñazo. En definitiva, una cordial invitación a apagar los televisores es la
que hoy analizamos y con miras al ya futuro episodio final de nuestra saga de Los
Años tenebrosos de la televisión colombiana.
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