La gesta de
nuestra independencia, aquella de la que celebramos el bicentenario, ha estado
en nuestras pantallas, con mayor o menor éxito, desde la ya lejana Revivamos nuestra historia, que
recientemente restauró y emitió Señal Colombia, hasta La Pola, pasando por Crónicas
de una generación trágica o Las
Ibáñez.
Sin embargo,
hacer dramatizados de época en nuestra TV es un alto riesgo: Puedes hacer un
producto de altos costos y poca audiencia, o uno aclamado por el respetable. O
puedes darle una patada al rigor histórico, so pretexto de ciertas “licencias
creativas”.
Pero todo esto
en el contexto de una competencia floja, que vuelve a apelar a glorias pasadas.
Betty
ya no está, y es más que claro que Los Reyes
no es un rival digno, que solo repta ahí entre los 8 y algo de puntos de
rating, pero sin hacer el menor daño. Vamos, que es más competencia el ignoto
Canal Uno.
La fotografía
del episodio debut me gusta, pero apenas entran los diálogos, todo se viene al
piso ¿Qué acentos son estos? Y un lugar común de las telenovelas de época es lo
grandilocuente y postizo que se puede sentir ver a los actores recitar sus
libretos. Y eso espanta audiencia. Por lo menos en mi caso, lo fue.
La historia comenzó
con unos planes de batalla, donde se evidencia lo ardua que sería la gesta
libertadora, con la agreste geografía tan nuestra en el siglo XIX,
sobreponiéndose al frío y demostrando la verdadera fortaleza del ejército
patriota. Sin ellos, seguiríamos siendo una colonia española (Visto lo visto,
no sería tan mala idea, ¿no?) Y como no
podía dejar de pasar, se nos vino el primer flashback
de la historia, devolviéndonos a esa boda de Bolívar en Madrid (sí, por si no
lo sabían, Simón Bolívar fue un hombre casado, pero que enviudó al poco
tiempo), y más tarde, a la niñez de Bolívar, en la cruda realidad esclavista de
la Capitanía General de Venezuela de finales del siglo XVIII ¿Es que no se
puede hacer ya ningún episodio debut sin un flashback? Pero la producción en sí es aburrida hasta
decir basta. Las figuras burocráticas españolas son tan predeciblemente
despóticas. En esto no han descubierto el agua tibia. Ya sabíamos la difícil
posición de los criollos en este lado del Atlántico. No es que hayan cambiado
mucho en 200 años las cosas.
Casi todo el
primer episodio orbitó sobre la enfermedad, agonía y muerte de la madre del
Libertador, con narraciones en voz en off
de la vida del militar venezolano. Realmente no me soporté el personaje del
primo medio trastornado que se casó con la hermana mayor de Bolívar. Y es que
el tono de tragedia era aun más exasperante. Y llegó a su vida Simón Rodríguez, ilustre
maestro del Libertador, personaje con el que medio logró remontar el episodio,
aun a costa de volverlo una suerte de Maestro
Yoda.
Sin
embargo, como primer episodio, no despertó en mí las ganas de ver un segundo. No
me extrañará verle liderar efímeramente la tabla de audiencias, porque al
colombiano le agrada la novedad. Cómo se sostendrá, dependerá en buena medida
del arrastre del futuro estreno de Yo me
llamo. Porque, no nos llamemos a engaños, la actual novela de las 9 es solo
un gregario más del sobrevalorado concursito de Amparito y compañía, que lidera
en sus comienzos, en buena parte por las audiciones horrendas o las malas
decisiones de los jurados. Lastimosamente, no hemos podido independizarnos de
la saga de las bionovelas. O de la tiranía de los canales privados
Se quedó corto con ese review porque la historia es muy sosa, lástima, porque pudieron haber hecho algo más interesante
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