Hola de nuevo, queridos
lectores. En este nuevo episodio de Reflexiones Hertzianas, analizaremos
otros grupos que se fueron asentando en el AM y el FM nacionales, el auge y
caída de los radioteatros y del bachillerato por radio.
Capítulo
2: No todo fue Caracol o RCN...
En 1947, el sacerdote José
Joaquín Salcedo inicio desde la pequeña parroquia de Sutatenza, un pueblo
ubicado en el corazón del Departamento de Boyacá, Colombia, un proyecto de
escuelas
radiofónicas, bajo una organización denominada Acción Cultural Popular, ACPO que mantuvo una importante presencia
entre 1954 y 1978 y terminó cuando Caracol Radio compró la emisora.
Los programas de formación a
campesinos se continuaron en los Institutos de formación en Sutatenza hasta
1994, cuando ACPO suspendió estas actividades. El proyecto de radiodifusión
tuvo como objetivo la educación no formal de los campesinos con una filosofía
de lo que en su momento se entendía como desarrollo integral para su propio bienestar.
La escuela radiofónica no se restringía a la emisión del discurso de un
profesor, pues el programa se apoyaba por un lado en cartillas diseñadas para
ser seguidas por los grupos de oyentes, con la participación de líderes campesinos
voluntarios preparados en los institutos (25.000 entre hombres y mujeres
pasaron por el Instituto en Sutatenza entre 1954 y 1994) y en otros casos, por
personas de la comunidad que tuvieran un poco más de formación. Además y esto
es muy importante, se estableció una nutrida correspondencia escrita entre las
comunidades y los coordinadores del programa, de manera que
diariamente se recibían más de cien cartas de los oyentes.
En 1948, Radio Sutatenza
obtuvo licencia de funcionamiento con una potencia de 100 vatios que en elevó
al año siguiente a un kilovatio que llegaba a los mil transistores de onda
media y corta vendidos inicialmente como parte del proyecto. En 1955 llegó a
30.000 receptores y se había creado 9.000 escuelas radiofónicas. A comienzos de
los años cincuenta se hizo la primera conceptualización reunida luego en un
documento conocido como Libro azul.
En 1969, la emisora pasó a 600 kilovatios y de media hora diaria a 19 horas al
día, con cinco centros de transmisión (Bogotá, Cali, Medellín, Barranquilla y
Magangué) que cubrían prácticamente la totalidad del país. La preparación de
los programas involucraba a grupos de personas que correspondían a los cinco
campos definidos para la formación integral: Alfabeto, Número, Salud, Economía
y Trabajo, y Espiritualidad. Se diferenciaban dos niveles, uno básico de
alfabetización y enseñanza de las operaciones aritméticas, que era de media
hora diaria y duraba 90 horas, y otro progresivo, de educación fundamental integral,
de una hora diaria que duraba dos años. La emisión de este se repetía tres
veces al día. Además de difundir los conocimientos fundamentales sobre
agricultura, economía doméstica, higiene y salud, se desarrollaron campañas
específicas tales como Conservación
del suelo, Mejoramiento de la Vivienda, Salud preventiva, Nutrición, Recreación
y Procreación responsable.
La nueva programación
propuesta en un documento que ha sido llamado Libro rojo, incluyó, además de los cursos, una franja de
noticieros, y otra de entretenimiento. Se creó un grupo de reporteros que
recogían noticias de las distintas regiones, de distintas comunidades y les daban
resonancia en todo el país. Además permitieron la participación de los
campesinos en debates sobre temas de importancia nacional de manera que sus
voces tuvieran cierta presencia en la formación de la opinión pública. En los
horarios de entretenimientos se difundió la música popular, programas de humor
y se produjo y emitió una serie de radionovelas. En todas las franjas se siguió
el lema “ningún programa sin contenido”.
Entre 1968 y 1994, ACPO
trabajó en conjunto con el Gobierno Nacional para la implementación de
proyectos de desarrollo rural (específicamente con el Departamento de
Planeación Nacional, el Ministerio de Agricultura, el ICA, la Caja Agraria y el
Sena) y con el Ministerio de Comunicaciones y el Ministerio de Educación para
ampliar el sistema de educación a distancia y fortalecer los procesos de educación
de adultos (Capacitación Popular, 1968, y programa Camina y creación de la
Universidad a Distancia, 1982-1986).
Para la implementación del
programa educativo ACPO contó durante su historia con el apoyo de diferentes
instituciones internacionales: para el desarrollo de los contenidos de la
Educación Fundamental Integral y la producción de las cartillas recibió la
asistencia de la Unesco a través de educadores, al igual que de miembros de la Congregación
de Hermanos Cristianos, enviados desde Francia. Para el diseño, instalación y
mantenimiento de la red de emisoras, recibió la asistencia técnica de Philips y
del gobierno holandés, al igual que de RCA de los Estados Unidos. Para la
financiación la impresión de las cartillas y documentos contó con el apoyo del
gobierno y de la iglesia alemana a través de sus agencias de cooperación
internacional. Con el apoyo económico de las agencias católicas alemanas
Misereor y Adveniat, de Cebemo de Holanda, de Secours Catholique de Bélgica y
de Catholic Relief Services de los Estados Unidos se otorgaron becas completas
(educación y manutención) a 20.000 jóvenes campesinos que se formaron en los
institutos campesinos y para los cursos de formación de expertos en educación
radiofónica provenientes de trece países latinoamericanos: México, Guatemala,
Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Venezuela, Ecuador, Perú,
Bolivia, Chile y Argentina.
Es importante destacar que
el modelo de ACPO se convirtió en referente para muchas emisoras radiales de
América Latina, que lo utilizaron para la implementación de programas de
educación y desarrollo rural realizados por la Fundación Radio Escuela
para el Desarrollo Rural (FREDER) en Osorno, Chile; el Instituto de Cultura
Popular (INCUPO) en Reconquista, Argentina; las Escuelas Radiofónicas Populares
de Ecuador (ERPE); Radio Onda Azul en Puno, Perú; la Asociación Cultural Loyola
(ACLO) en Sucre, Bolivia; Radio Occidente en Tovar, Venezuela y las Escuelas
Radiofónicas de Nicaragua, emisoras que posteriormente se afiliarían a la
Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER). Esta Asociación se
constituyó el 22 de septiembre de 1972 en Sutatenza como resultado del Segundo
Seminario de Directores de Escuelas Radiofónicas de América Latina convocado
por ACPO, con sede primero en la Argentina y posteriormente en Quito, Ecuador.
Problemas económicos y
administrativos, así como las polémicas y conflictos generados con la jerarquía
eclesiástica por la campaña de la procreación responsable; las difíciles
relaciones con algunos sectores políticos y gubernamentales por su independencia
y planteamientos frente al desarrollo del sector rural y campesino en el país;
y el gran desarrollo de los medios de comunicación
comerciales (radio y televisión) en la década de los ochenta llevaron a la
pérdida de influencia de la emisora y a su gradual desaparición. El proyecto finalizó
en 1994, fecha en la cual Radio Sutatenza fue clausurada y sus instalaciones
vendidas a la red de emisoras comerciales colombiana, Cadena Caracol. La colección documental de este proyecto
educativo está conformada por más de 100.000 documentos producidos por la
Fundación Acción Cultural Popular (ACPO) entre 1947 y 1994 para la formación no
escolarizada de adultos campesinos de Colombia a través de las escuelas
radiofónicas de Radio Sutatenza. Los ítems que la componen contienen
grabaciones con el audio de los programas que transmitió la emisora, los
guiones que se usaron, la colección completa del periódico El Campesino, los discos de acetato o vinilo con grabaciones para
las escuelas radiofónicas y de campañas adelantadas (las de Reforma Agraria y Procreación Responsable fueron las más importantes), gran cantidad
de publicaciones impresas, así como documentos de registro del programa
educativo (hojas de vida, fotografías, diapositivas, sonovisos, películas de 16
mm, y videocasetes) y un gran acervo de correspondencia.
En el mes de octubre de 2013, la colección documental de Radio Sutatenza y
Acción Cultural Popular, custodiado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del
Banco de la República, se incorporó en el Registro Memoria del Mundo de América
Latina y el Caribe en reconocimiento de su significación para la memoria
colectiva de la sociedad de América Latina y el Caribe.
ACPO decidió que esta invaluable fuente documental debía estar al servicio del
público e investigadores y lo donó a la Biblioteca Luis Ángel Arango de la
República. Los documentos que lo conforman ofrecen un registro extraordinario
de múltiples voces, música, usos, costumbres, creencias, actividades
económicas, religiosas y de entretenimiento de numerosas comunidades del país,
lo que le da un valor incalculable como acervo del patrimonio intangible y como
fuente para la producción de conocimiento sobre nuestros procesos sociales y culturales.
De otra parte, en 1960,
Jaime Pava Navarro, fundó Radio Super
con la emisora “La Voz del Llano”. En 1971 la Cadena se consolida con su
primera emisora en Bogotá. Por su parte, la Organización Radial Olímpica fue
creada en 1969 gracias al empeño de la familia Char de la ciudad de
Barranquilla, con un perfil netamente musical, donde el vallenato y la salsa
eran los ritmos preponderantes. Posteriormente, en 1981 inició operaciones el Grupo Radial Colombiano y años más tarde
es vendida a una organización religiosa que adopta el nombre de Colmundo Radio.
Pocos saben que la historia
de la cadena Todelar se remonta a la fundación de “La Voz de Pereira”, creada por Bernardo Tobón de la Roche a
mediados de la década de 1940. Diez años después y basado en el éxito de esta
emisora, Tobón de la Roche decidió radicarse en Cali, asociarse con Céfora de
la Roche, su señora madre, y comprar en 1950 “La Voz de Cali”, emisora que luego sería la base para la creación
del Circuito Todelar de Colombia. Este Circuito se planteó como una empresa
comercial conformada por Tobón de la Roche, su esposa Isabel Martínez, el
técnico de sonido Carlos Cajia y Luis Uribe, uno de los mejores programadores
de radio en la época.
El nombre de la Cadena Todelar, salió del apellido de su
propietario Tobón De La Roche, y como cadena, su primer “slogan” se convirtió
en uno de los que más impacto ha causado en la radiodifusión colombiana: “Todelar,
el Circuito del Pueblo Colombiano”. El historiador Reinaldo Pareja señala sobre el tema, que el nacimiento de Todelar se facilitó debido a
la ausencia de cadenas en el occidente del país. En Colombia, para el año de
1953, el occidente del país se encontraba prácticamente libre de señales
radiales. Como hombre de negocios, Tobón notó la ausencia de una cadena radial
en el sector occidental semi olvidado por la concentración de los polos de
desarrollo de Bogotá y Medellín. “La Voz
de Cali” tenía una programación basada en música popular, avances
informativos, y otros espacios que se enraizaron fácilmente entre sus oyentes
caleños. Su importancia radicaba en que ofrecía una programación diferente a la
tradicional, otorgando gran importancia al oyente. Aprovechando esto, Tobón de
la Roche se dio a la tarea de configurar una tercera cadena radial con
suficiente capacidad en potencia y número de emisoras como para hacerle
competencia a las otras dos cadenas existentes.
El 15 de Agosto de 1957, se
protocolizó el nacimiento de Todelar como circuito nacional. El centro o eje seguía
en Cali y participaron otras cuatro emisoras de igual número de ciudades. Las estaciones que iniciaron a Todelar como cadena
nacional fueron “Radio Nutibara” de Medellín,
la más tradicional de la capital de Antioquia y que en ese año tenía como
gerente a Jaime García Lobo, en Bogotá fue “Radio Continental”, que fue la emisora matriz del circuito y con
la gerencia en esa época de Jorge Palacio, en Barranquilla “Emisora CRC”, cuyo gerente
Fernando Franco Bossa, fue uno de los más destacados de la radiodifusión de la
Costa Atlántica y en Santa Marta “Radio Magdalena”, que contaba con la gerencia
de José Manuel Conde.
Estas cinco emisoras del
nuevo circuito Todelar de Colombia, hacían sus enlaces por vía telefónica, ya
que la red nacional de frecuencia modulada sólo fue instalada
después del año 1975. Posteriormente la FM también fue vital en el desarrollo
de Todelar, porque alivió una gran tensión económica que tenía en la época.
Inicialmente este sistema cubría a las ciudades de Bogotá, Cali y Medellín, lo
que se denominó como el “Triángulo de Oro” de la radiodifusión colombiana. En esa época aparecieron 218 emisoras nuevas, cifra que demuestra
la gran rentabilidad registrada por la radiodifusión.
Desde el principio de su
creación, Todelar buscó desde los inicios de sus espacios noticiosos transmitir
la información desde el sitio de los acontecimientos. También Todelar se
distinguió por apuntarle a las transmisiones internacionales. El
crecimiento de la radio continuó. Para 1977 el número de
emisoras ya era de 344. Muchos empresarios vieron en este medio de comunicación
un sector ideal para sus inversiones. Además, el café ayudó a diversificar la
expansión de la radiodifusión hacia ciudades intermedias. Entre los años 1960 y
1975, Todelar logró convertirse en la cadena líder del país gracias a su gran visión
a la hora de presentar la información noticiosa.
Hasta 2017 estuvo conformada
por Radio Continental en 890 Kcs, La Voz de Bogotá en 930 Kcs, Radio Cordillera
en los 1190 Kcs, Radio Única en 1280 Kcs en la onda media a las que se suman
dos emisoras de FM, La X en 103.9 (Que continúa en vigencia) y La Z en los 92.9
que en 2012 se reformateó a La 92 y
cuya frecuencia fue vendida a la organización Olímpica, luego de la muerte de
su fundador, Bernardo Tobón de la Roche.
Capítulo
3: Cómo subió y bajó el telón de los radioteatros
El Radioteatro fue uno de
los principales componentes de la Radio Nacional de Colombia, desde que la
emisora entró en funcionamiento en 1940 y durante los siguientes treinta años. Mientras
estaba al frente del grupo de la Radio
Nacional, en 1946, Bernardo Romero Lozano fundó el primer grupo de teatro
experimental en la Universidad Nacional de Colombia. Este tipo de avances
fueron la base para la consolidación del movimiento teatral de la década
siguiente, el cual se fundamentó, precisamente, en la actividad de diversos grupos
teatrales:
Fausto
Cabrera fundó la primera escuela teatral de Medellín. Octavio Marulanda
estableció el grupo “Aristas del Pueblo” que, en 1956, se convirtió en el grupo
escénico del Instituto Popular de Cultura de Cali. También en Cali, la
Dirección de Bellas Artes estableció en 1955 la Escuela Departamental de
Teatro, bajo dirección de Enrique Buenaventura. El panorama de la capital
vallecaucana se completó con el Teatro Estudio de la Universidad del Valle. En
Bogotá, en 1954, se estableció la Escuela de Teatro del Distrito, bajo la
dirección de Fausto Cabrera, ya radicado en dicha ciudad. También el Teatro
Colón tomó parte al establecer, ya a finales de la década, la Escuela de Arte
Dramático, dirigida por Víctor Mallarino.
Luego de dejar la Escuela
del Distrito, hacia finales de la década de 1950, Fausto Cabrera fundó el
teatro “El Búho”, que tuvo gran influjo y donde confluyeron figuras destacadas
del teatro. Entre otros, Romero Lozano, su esposa Carmen de Lugo [Anuncia
Pereiro Lopera] y Víctor Muñoz Valencia, vinculados también al grupo de
radioteatro de la Radio Nacional. El repertorio de obras y autores presentados
allí, enfocado en tendencias internacionales de vanguardia (Eugene O’Neill,
Tennessee Williams, Bertold Brecht, etc.) se vio también reflejado en el Radioteatro dominical de
la Radio Nacional. Por otro lado, varias obras escritas y producidas para radio
por colombianos vinculados a la Radio Nacional como Oswaldo Díaz o Rafael
Guizado (primer director de la emisora) también fueron escenificadas por esos
grupos de teatro.
Los programas Radioteatro infantil, Radioteatro para muchachos
y Radioteatro dominical
tuvieron la mayor estabilidad. El tercero fue uno de los productos bandera de
la Radio Nacional.
El enfoque de Radioteatro
dominical y su motivación fueron expresados por Bernardo Romero
Lozano en el boletín de junio de
1954 cuando se refirió al radioteatro como “un
arte de nuestros días… un arte que aún puede moverse con el espíritu alerta a
la experimentación, a la evolución, a la búsqueda de nuevos horizontes”.
Esquilo, Shakespeare, Calderón, Ibsen, O`Neill y Franz Kafka fueron autores
allí mencionados. Pero, aún en su admiración por Europa como referente
cultural, el radioteatro fue concebido por Lozano como “un arte americanista a través de las posibilidades que nos brindan
estos modernos medios de expresión artística… Tales empeños, por lo demás,
llevan un sello colombiano”. La radio, entonces, fue el medio para
adueñarse de expresiones foráneas y hacerlas propias. En ese “americanismo”
pregonado por Romero Lozano, latía la esperanza puesta en el continente tras
los años oscuros de la guerra en la que Europa hundió los preceptos de su
pretendida superioridad cultural. Por los grupos de Radioteatro de la Radio
Nacional desfilaron importantes figuras que después protagonizaron el
desarrollo del cine y la televisión: Carlos Muñoz, Carmen de Lugo, Dora
Cadavid, Fausto Cabrera, Bernardo Romero Lozano…
Entonces, en el Radioteatro dominical se
reprodujeron obras canónicas del pasado pero en un marco de vanguardia, como lo
era la radio. Y, a la vez, se dio proyección a obras representativas de su
propio tiempo. Allí estuvo representado el ideal de incrementar el nivel
cultural de los colombianos, a través del contacto de la audiencia con los
grandes clásicos de la literatura en versátiles y amenas adaptaciones. Con el
paso de pocos años, también se incluyeron allí las producciones locales, como
fue el caso de María,
de Jorge Isaacs, o algunas obras de Gabriel García Márquez. Las emisiones de
estas obras se mantuvieron con estabilidad durante los primeros 25 o 30 años de
la emisora. El radioteatro fue un crisol de tendencias, autores, estéticas y
estilos que duró desde los años 40 hasta los 70. Fue la definición de un género
expresivo propio del siglo XX, propio de la radio. Pero ya en los años 70, al parecer, hubo
altibajos, muy probablemente, derivados del auge de la televisión como medio
alternativo.
Un
aspecto muy importante para la difusión del Radioteatro, del mismo teatro y
sobre todo la formación de un público fue el Boletín de programas de la Radiodifusora Nacional. En los años 50 y
60, el Radioteatro tuvo un espacio especial en esta revista mensual. Contó allí
con las ilustraciones de Rafael Achury Valenzuela, para apoyar textos
analíticos de cada obra.
Son pocos los radioteatros que se conservan de esa década. Infortunadamente, el
Boletín de Programas (otra fuente para indagar por lo sucedido en el pasado,
además de los archivos conservados) se interrumpió en 1971 y solo volvió a ser
publicado en 1983. De los años 80 también se conserva poco. Es probable que, ya
establecida la televisión a color y multiplicada la oferta radial de
entretenimiento, el radioteatro cayera en franco desuso.
La
de los años 80 fue la Tercera época
del Boletín. Empezó en 1983, pero también duró poco. Ya en 1990, el 1 de
febrero, cuando la Radio Nacional llegó a 50 años de existencia, se lanzó el
primer número de la Cuarta época. En
página entera, allí se anuncia: “a partir
del mes de abril la Radio Nacional invitará semanalmente a los más importantes
grupos de teatro, en la reanudación de su tradicional Teatro Radial”.
Esto
fue una decisión muy ilustrativa sobre lo sucedido en la Radio Nacional por ese
entonces. Volver sobre el radioteatro significaba volver sobre las expresiones
que tuvieron los ideales de los años 40, 50 y 60. Porque un ideal, por ejemplo
“educar” o “aumentar la cultura”, puede realizarse de formas muy diversas y
cambia mucho con el paso de los años. Pero cuando ese mismo boletín de 1990 nos
dice en su editorial: “el Boletín de
Programas de la Radio Nacional, reaparece esta vez siguiendo el modelo de los
Boletines de las décadas de 1950 y 1960… ofreciendo un espacio para toda
manifestación de la cultura… el Boletín dará cabida al Teatro, las Artes
Plásticas, el Cine, la Literatura y, evidentemente, la Música, teniendo como
único criterio la calidad que siempre ha caracterizado a los colaboradores de
la Radio Nacional”; hay allí al menos la intención de mantener en alto las
banderas del pasado, sus ideales, pero también la forma de llevarlos a la
realidad.
Las
emisiones de Radioteatro se retomaron en abril de 1990. En el editorial del
boletín de ese mes se dice: “La migración
de los actores hacia la televisión o su consolidación en los escenarios,
dejaron vacío uno de los espacios que más satisfacciones ha dado a la Radio
Nacional… Este retorno del Radioteatro a la Radiodifusora Nacional hará posible
que en muchos lugares del país se conozcan piezas teatrales que difícilmente
podrían llegar de otra forma diferente a las ondas de radio. Halaga pensar que
de nuevo, como en las mejores épocas de la Emisora, los estudios serán tomados
por la gente de teatro”.
Así
las cosas, el regreso del radioteatro a la programación de la Radio Nacional
fue motivo para celebrar y se circunscribe en “las bodas de plata” de la
emisora. Los editoriales citados los firma Fernando Orjuela Lozano, director
del Boletín y encargado del programa de Radioteatro (él mismo fue el locutor
presentador de los Radioteatros que se conservan del año 1990). Pero hay aquí
una diferencia fundamental con lo ocurrido años antes en la emisora. Como se
mencionó, en sus inicios la Radio Nacional de Colombia contó con grupos
teatrales de planta. Al reanudar el espacio en los años 90, la emisora quiso
engranarse con el medio cultural del país y en el programa estuvieron los
principales grupos teatrales del momento.
En
el citado boletín de abril de 1990 figuran: Teatro Libre con Gargantúa de François Rabelais
(adaptación de Fernando Cruz) y La
agonía del difunto de Esteban Navajas (adaptación de Jorge Plata);
Teatro La Candelaria con Corre, corre carigüeta (adaptación y
dirección de Santiago García), Teatro Popular de Bogotá con El Contrabajo de Jaime
Barbini, y La Libélula Dorada con El dulce encanto de la Isla de
Acracia.
En la actualidad, el Archivo Señal Memoria,
desde 2011, conserva decenas de radioteatros grabados en grandes discos de
acetato de 16 pulgadas. Este soporte, hoy en desuso, fue crucial para el
desarrollo que tuvo la radio a nivel internacional, cuando pasó de ser
programada en vivo a contar con el uso grabaciones cada vez de mayor calidad.
El disco de acetato de 16 pulgadas no solo permitió reproducir las señales de
audio, sino que se ubicó como un elemento fundacional para los crecientes
archivos de audio y la concepción patrimonial de la que gozan actualmente. Gracias
a la recopilación
digital hecha por la Fonoteca de RTVC, se volverá a escuchar a
actores como Manuel Cabral, Alicia de Rojas, Héctor Pachón y Gaspar Ospina, de la
mano de directores reconocidos como Hernando Vega, Bernardo Romero Lozano y
Víctor Muñoz. Estos aspectos (el programa, sus contenidos y su contexto,
sumados al soporte en que se conserva y la generosa cantidad) nos indican con
cierta claridad el lugar que ocupó el radioteatro no solo en la Radio Nacional
de Colombia, sino en la historia social y cultural colombiana. Con los
radioteatros es posible vislumbrar cómo se entroncó el país dentro de
tendencias internacionales y cómo renació un medio como el teatro, que hasta el
momento se encontraba anclado en el costumbrismo del siglo XIX.
Capítulo
4: De cómo el bachillerato por radio perdió el año
En los años 70, cuando el país tenía como
reto superar el analfabetismo, la Radiodifusora Nacional impulsó el programa de
bachillerato por radio.
Esta metodología, que no nació propiamente en Colombia, pero si se desarrollo
en el país desde 1948, como educación formal y como en el comentado caso de Radio Sutatenza, siempre estuvo
asentada en tres pilares: emisión radial, presencia de facilitadores en el
sitio incluido un telecentro y material impreso
El “Bachillerato
por radio” fue un proyecto de educación a distancia emitido en
la Radio Nacional de
Colombia entre los años 1973 y 2004 y con él había formado a
más de 2 millones de colombianos. Nació como una alternativa para las personas
que quedaban al margen de la educación secundaria por su trabajo, por su lugar
de residencia o por la falta de recursos pedagógicos. Quienes terminaban sus
estudios podían validar estos ante el Icfes.
Esta iniciativa tuvo su raíz
en el Fondo de Capacitación Popular,
creado en el gobierno de Carlos
Lleras Restrepo (1966 – 1970). Para su desarrollo confluyeron
esfuerzos de la Radio Nacional, los Ministerios de Educación y Comunicaciones y
la Secretaría de educación de Bogotá. El Fondo de Capacitación Popular había
sido creado en el año 1967 para atender la educación básica. En ese momento la
situación de la educación era bastante difícil. Había casi un 30% de
analfabetismo. La posibilidad de acceso a la educación secundaria era también
limitada y se vio en los medios, en la televisión y en la radio, la posibilidad
de llegar a muchas más personas. En ese momento el canal 11, que era el canal
del Fondo de Capacitación Popular, hoy Señal
Colombia, no cubría sino Bogotá y poco más de Cundinamarca y Tolima.
Entonces, era mejor el bachillerato que fuera por radio.
Además
de las emisiones, estaba la publicación de cartillas y las asesorías presenciales. Para
su desarrollo, estuvieron trabajando de manera conjunta los Ministerios de
Comunicaciones y Educación y la Secretaría de Educación de Bogotá. Fernando
Gutiérrez Riaño, persona que traía la experiencia lograda en Radio
Sutatenza, además de algunas indicaciones para la locución y la
expresión a través del micrófono, se encargó de la producción radial. Estaba
entonces el diseño de los cursos, luego la adaptación para radio a través de
libretos y finalmente el montaje del programa.
Confieso
que en mis años escolares, escuchaba asiduamente el “Bachillerato por Radio”
como un apoyo educativo, en unos tiempos en que Wikipedia o siquiera la Encarta
eran una utopía. El estilo de locución, la música usada y los complejos contenidos,
todo en conjunto, hoy resulta como un poco extraño, porque los contenidos no necesariamente
se actualizaron con el tiempo. Ya en 1994, cuando personalmente cursaba séptimo
grado, escuchar que aún hablaban de la Constitución de 1886, de intendencias y
comisarías, me resultaba un poco hortera.
Un
verdadero reto a la lógica, por ejemplo, se presentaba con las lecciones de
matemáticas. Aunque contaban con una impecable locución, la verdad es que sin
la cartilla respectiva difícilmente puede uno llegar a entender el cómo de los
mágicos resultados en cada operación, pero no se dudaba de la verdad absoluta
que se exponía. Cada programa duraba una hora y se componía de diversas
asignaturas, con lecciones de 10 minutos. Nada fácil sintetizar en tan poco
tiempo una clase que, de forma presencial en un colegio, podría tomarse la hora
entera pero en una sola materia. Dentro de las virtudes que presentó el
“Bachillerato por radio” se tuvo la diversidad de voces, todas muy acordes con
las tendencias del momento en relación con la buena dicción y la locución
profesional. Está también la congruencia entre música y contenidos y la
síntesis lograda para el cumplimiento de los tiempos estipulados. Pero sobre lo
anterior, un aspecto que vale la pena resaltar es la concepción integral del
programa, en relación con el entorno colombiano y el público al que estaba
dirigido.
Sin embargo, desde el año 2000, el entonces
existente Inravisión y el Ministerio de Educación, acordaron brindar otras
alternativas a las 120 personas que en ese año se inscribieron para cursar esta
modalidad de estudios secundarios.
A los que desearon, se les brindaron cupos en colegios distritales nocturnos y
a los que no pudieron, se les entregaron textos y casetes que contengan 100
horas de clases de las materias que iban a cursar en el grado correspondiente
(de sexto a once). Ya para esos tiempos, Inravisión tenía otros dos programas
de educación: educación básica primaria para jóvenes y adultos por televisión y
Espacio Maestro, de educación
informal, que reemplazó desde 1996 a la televisión educativa para niños.
La última emisión del
“Bachillerato por radio” fue el 28 de octubre de 2004, fecha en la que fue
liquidado el Instituto Nacional de Radio y Televisión, Inravisión. Irónicamente,
duró 8 años más que su contraparte televisiva, que salió de nuestras pantallas
de los entonces canales Uno y A en 1996. Gabriel Gómez Mejía, en cabeza de la
Radio Nacional antes, durante y después de la liquidación, explicó para el
diario El Tiempo,
en mayo de 2005,
las razones que se tuvieron para finalizar el programa. Fueron, entre otras, el
desmoronamiento de entidades que hacían parte del sistema como el Fondo de
Capacitación Popular o la Caja Agraria, sumados al auge de la televisión, la
falta de presupuesto, el ingreso de nuevos medios de comunicación como Internet
al país y la ya comentada desactualización de la enseñanza. Si uno revisaba
experiencias internacionales, se podía dar cuenta de que el tiempo de la
educación formal por radio ya había pasado.
De hecho, cuando desaparecieron los radiocentros,
no había quien distribuyera los materiales en los municipios, la gente debía ir
hasta Inravisión en Bogotá a buscar su juego de libros. Tampoco había una
oficina que sostuviera la correspondencia. Todo fue despareciendo y hoy solo
nos quedan las grabaciones, archivo histórico que está en proceso de inventario
y digitalización. En la última etapa del programa, en octubre del 2004, no se
tenían cifras que sustentaran la mera viabilidad del programa. Se desconocía
cuántas personas estaban haciendo el bachillerato por radio, de qué municipios
eran, sus edades y en qué cursos iban. Según un cálculo de los ingenieros de la
extinta Inravisión en 2004, el solo hecho de tener prendidas las estaciones 8
horas diarias, les costaba 200 millones de pesos mensuales al Estado. Si a
veces criticábamos los contenidos de la televisión educativa y cultural por
parecer anclados en los setentas y ochentas, habría que ver (o mejor, oír) qué se enseñaba en las ondas hertzianas…
Y así termina otra
apasionante entrega de nuestras Reflexiones Hertzianas. Los
esperamos la próxima semana, donde reflexionaremos las derivas de las grandes
cadenas radiales nacionales, Sigan en sintonía.