Tras el final de La mamá del 10, esa telebobela aburrida
y sin pies ni cabeza, pero a la que le inflaron el rating sin merecerlo, es el
turno de otra historia de esas que en unos meses ni nos acordaremos que pasó
por nuestras pantallas. Sí, ese es el error de las últimas producciones del
canal del molusco que han desfilado por el horario de las 9 de la noche: Si
para vender en el extranjero estos productos tan irrelevantes necesitan
maquillas las cifras de audiencia, cual formulario E-14 en la pasada primera vuelta
presidencial, esta va por el mismo camino. No, el criterio para elegir un buen
producto no son los trinos patrocinados de aplausos prepago de la Floresta. Ni el mejor libreto es el que le gusta a
las aseadoras del canal (me vale verga si les parece un argumento clasista).
Una historia cuyo hilo
conductor es la venganza de una mujer por un crimen que no cometió, enfrentando
al hombre que alguna vez amó….ummm, esto ya lo había hecho hace más de 30 años
en La Madrastra en Chile. Y en el
mismo canal Caracol, a finales de los noventas, en cierta manera con La Guerra de las Rosas. Pero como lo de
ahora es la ñerada, revolvamos esto con
el género urbano (para fusilar las
mismas tres o cuatro cancioncitas plagadas de autotune, lo normal, el televidente promedio de las 9 de la noche
en Caracol raya en la capacidad cognitiva nula, casi como la de los libretistas
de este esperpento llamado La Reina del
flow). Mucho bling bling, pero de
sustancia, nada. Y en menos de lo que canta un gallo, se volverá una narconovela
más, porque, de hecho, las estéticas narco y la del reggaetton tienen una línea
divisoria tan tenue como el rendimiento en rating de Masterchef Celebrity, que sigue ahí, flotando sobre unos míseros 6
puntos de rating – los que le reconocen-
que no le hacen ni cosquillas a sus rivales.
Es irónico pensar que Carlos
Torres (el villano de la trama) viene de
fracasar en RCN con ese mal reboot de Francisco
el matemático clase 2017 y parte de eso también se puede decir de Carolina
Ramírez (la protagonista) y su papel en Contra el tiempo, ambos productos de
RCN, pero como esta es de Caracol, ya veré a los mismos vendidos de siempre
exaltando sus papeles como si fueran los futuros Daniel Day-Lewis o Katharine
Hepburn. Y no, la verdad no dan pa´tanto. Menos mal en el reggaetton nadie
afina ni media nota, sino, se notaría aún más lo mal actor que es Torres, cuyo acento
paisa se sintió bien falso desde el vamos. Es como un Maluma wannabe, pero con un poco más testosterona #NotACompliment. Y ni hablar de esa
cárcel de mujeres gringa tan ficticia, con esa supuesta pelea entre reclusas
que derivó luego en una fiesta sorpresa, muy mal actuada, tan mal como ese
pretendido envenenamiento con tufo a la “resurrección”
de Catalina en Sin tetas sí hay paraíso 2.
Ahora Yeimi será “Tammy Andrade”.
Acto seguido, letreros a
tutiplén en cada locación, y con el trillado recurso del flashback en el episodio
debut (del que ya han abusado en tantas telenovelas en tiempo reciente) damos
paso a María José Vargas como Yeimi adolescente, en medio de las comunas de Medellín.
No ha pasado ni media hora de emisión y ya me siento viendo la versión caracolera
de Lady, la vendedora de rosas, revuelta
con un musidrama barato. Como un 8 mile, pero de muy bajo presupuesto.
Cada vez bostezaba más y más con este episodio debut tan flojo. Ni el tema de
la extorsión, que termina con la muerte de los padres de la protagonista levantó
mi interés por la enésima novela llena de plomo-plomo-plomo
que aterriza en el horario de las nueve de la noche.
¿En serio una ciudad tan
hermosa y versátil como Medellín no tiene otros escenarios e imaginarios
distintos a la marginalidad que nos muestra La
reina del Flow? ¿No hay una narrativa más original? Claro, me dirán que esas no venden. Luego se
rasgan las vestiduras, cuando nuestros adolescentes replican los malos ejemplos
que ven en TV, diciendo que “la TV no
está llamada a enseñar valores”. Y así nos va.
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