Hola de nuevo, queridos
lectores. Volvemos a la carga con la quinta entrega de Reflexiones Hertzianas,
esta vez vamos a centrarnos en un estudio de caso antes de entrar con la
primera parte de nuestro análisis de la radio juvenil y de entretenimiento, y
pronto vendrán los temas espinosos: las payolas y cómo hacer una lectura
acertada de un ECAR.
Capítulo
11: Estudio de caso 2: Colorin Colorradio: Una buena idea que se desvaneció
Colorín ColorRadio fue una
emisora infantil privada que hacía parte de Caracol Radio, y estuvo orientada a
un público infantil, generándoles sentimientos positivos, diseñando una
programación respetuosa y estimulante. La emisora manejaba el concepto de que era
hecha para niños por los propios niños. La mayoría de su programación de
la emisora estuvo dirigida a una población infantil entre 3 a 8 años, pero
también tuvo una franja conformada por los bebés y sus mamás, y otro para
preadolescentes. Fue creada por Adriana Giraldo y María Isabel Murillo, más
conocida como “Misi”, y comenzaba a las 6:00 a. m. tenía como locutor a Mario
Ruiz quien también hacían las voces de algunos personajes como: El Perro Perroberto, y contaba también
con otros personajes como: El Oso Motoso,
La Vaca Clarabella, Pillo muñeco intergalactico, El Monstruo Fangoso, Rita la
cotorrita, Los viejos Inocencio y Bonifacio, Juanpies el gusanito ciempiés,
etc. También participaron como locutores: Tachi Neira, Martha Lucía Gómez, Dora
Luz Moreno, Manuel Otalora, Andrés López Giraldo, Diana Marcela Tinjaca, Martha
Lucía Gómez y Fredy González. Con ello, meses
después ganaron el Premio Ondas de España
a la nueva propuesta radial y Colorín
llegó a ocupar el cuarto lugar de las emisoras más escuchadas entre comienzos y
mediados de la década de 1990.
Salió al aire desde el 11 de
Mayo de 1.992, justo en una época en que la radio tuvo un ascenso, dadas las
restricciones del racionamiento de energía. En ese momento no existía internet tal como lo conocemos, los
únicos videojuegos eran los famosos atari o las cabinas de juegos en algunas
tiendas. Las cartas por correspondencia eran negocio para las empresas
transportadoras, los telegramas funcionaban a medias y las líneas telefónicas
ya estaban cubriendo a todas las ciudades, aunque con precios un poco exagerados
para llamadas de larga distancia. Los niños y jóvenes de aquella época se divertían,
sea en juegos al aire libre, o haciendo deportes a las horas de tarde de lunes
a viernes, o ir a los parques los sábados y domingos, los más estudiosos
querían ir a la biblioteca. Tener computador en esa época era lo máximo, pero
lo más maravilloso era para los jóvenes y para los niños de esa época escuchar
emisoras o ver televisión. Desde marzo de 1.996 se le encontró en los 1310 AM.
Vía satélite la emisora estuvo en los 1140 AM en Quito, las estaciones WSUA,
1260 AM de Caracol Miami, (USA) Radio Barrancabermeja y Caracol Armenia, en
Colombia. La emisora cerraba con una sección llamada Dulces Sueños del cual culminaba el día de la emisora a las 10:00
p. m.
Su
lenguaje era infantil, directo, creativo, metafórico, objetivo, entusiasta y
tierno. Sus locutores eran creativos, cultos,
y en general, congruentes con su discurso de trabajar con los niños y niñas,
con amplio sentido de la comunicación. Llegaron a manejar concursos telefónicos,
por cartas y presenciales en eventos, buscando fomentar la creatividad, el
conocimiento y la habilidad de sus oyentes: concursos de dibujo, cuentos,
poesía o invención. Sin embargo, durante su puesta al aire se esforzaron por no
incluir pautas de productos que tuviesen que ver directa o indirectamente con
la generación de consumo en los niños. Entre su programación tuvieron programas
con temas como la ecología, deportes, inventos, las 10 canciones más
solicitadas por los niños y las niñas, ejercicios aeróbicos bajo la conducción
de Tula Nota, la coneja que rebota,
canciones, poesías, comentarios alusivos a las actividades en colegios,
jardines y centros culturales, con canciones para mirar los diferentes “mundos”
(el deporte, las artes, la naturaleza, el fondo del mar, etc); cuentos de habla hispana o incluso escritos
por los propios oyentes, consejos sobre el buen comer, juegos tanto didácticos
como recreativos (caer en la nota, corre que te pillo, el tuttifrutti, entre
otras), donde los niños participaban telefónicamente en vivo, mensajes de amor
y ánimo, así como diferentes temas, con el propósito de ampliar el conocimiento
y actividades propias del mundo infantil (películas, noticias de los colegios,
entre otras).
Pasaron más de 10 años, la generación
de niños y de jóvenes eran otros, el gusto era diferente, los celulares empezaron
a salir pero un poco más costosos y la
revolución del internet comenzó en aparecer, aunque sea en las universidades,
colegios, bibliotecas y los primeros café internet. Los videojuegos comenzaron
a tomar forma poco a poco y los términos de anime y manga aparecieron en
Colombia por cuenta de la televisión abierta y de la televisión parabólica. A
raíz del boom generados por anime
como Supercampeones, Caballeros del
Zodiaco, Dragon Ball, Sailor Moon, Guerreras Mágicas, Samurai X, Detective
Conan, Dragon Ball Z, Ranma 1/2, Pokemon, Digimon, Sakura Card Captors,
entre otros, los oyentes pidieron canciones de esos anime, la emisora trató de
conseguirlos y lo consiguieron, solamente pasando canciones de algunos de esos
anime en la versión en español, aunque no llegaron en gran cantidad, eso marcó
una nueva etapa de la emisora, aunque los integrantes en eso entonces: el
director Andrés López Giraldo, Dora Luz Moreno y Manuel Otálora no conocían
esos dibujos animados y los términos de los anime
y manga. Ese vacío de dudas sobre los
anime y manga fueron llenadas por la colaboración de uno de los oyentes
veteranos de la emisora: Juan Carlos Quenguan, quien a mediados de 2003,
convenció al entonces director Andrés López Giraldo en realizar programas
especiales para explicar sobre los anime. El momento llegó cuando en la emisora
de Colorín pasó la primera canción cantada en japonés: Catch You Catch Me de Sakura Card Captor, cantada por la seiyu
Sakura Tange, dicha canción generó gran impacto para los oyentes de esa época,
solicitando varias canciones de otros anime que ellos vieron. El primer
especial de anime fue pregrabado para el día 8 de diciembre de 2003.
Sin
embargo, desde el año 2002, la emisora comenzó a dar muestras de agotamiento a
nivel de programación que cautivara al público infantil, lo cual gradualmente
fuera perdiendo audiencia, sumado a que si bien con los temas de anime y manga compensaron
su falta de ideas, el cuento fue que el internet poco a poco les vino quitando
público. Para más Inri, para el grupo Santodomingo, el factor económico resultaba determinante a
la hora de establecer el rating y la
permanencia de la emisora, y eso que la correspondencia por cartas, llamadas
telefónicas y el nivel de convocatoria, especialmente de tipo cultural, habían
podido mostrar paulatinamente que no solamente tenía su propio nicho de
audiencia sino también que había crecido. Sin embargo, para el grupo Prisa, la
Radio infantil educativa estaba mandada a a recoger, y era obvio: La empresa privada
no tenía como prioridad invertir económicamente en una emisora que difícilmente
gozó de la confianza necesaria en los adultos, ello hacía complejo el proceso
de pautar en la emisora, ya que eran pocos los llamados a anunciar debido a las
limitantes obvias de una emisora netamente infantil.
En
otras palabras, aunque la publicidad como la programación era congruente con el
discurso que manejaban los profesionales a su cargo, donde propendían en los
niños por todos los valores, derechos y
deberes que poseen, generando actitudes positivas, generando, por ejemplo, en
ellos, una conciencia ecológica; la falta de interés de muchas empresas por no
poder anunciar de manera “sana” en Colorín ColorRadio generó permanente
incertidumbre en su interior. Si no había pautas publicitarias, no se mantenía una
emisora[1]. Y por ello, tras muchos
avatares, el 11 de diciembre de 2006, 14 años y unos meses después de su salida
al aire, salió del AM y pasó a emitirse por Internet por http://www.colorincolorradio.com, porque
su frecuencia fue comprada por una comunidad cristiana, hasta salir definitivamente
en 2013 después de 21 años[2]
Capitulo
12: La radio Juvenil en Colombia: Un
mosaico en creación.
El florecimiento de la radio juvenil colombiana forjó pasiones, abrió oportunidades para nuevas carreras dentro y fuera de la señal aérea, involucrando ejecutivos, cantantes, talentos y desde luego un gran negocio. Como en todo negocio hay beneficios y hay desventajas, la mayor de ellas era crecer y envejecer; otros nunca crecimos pero maduramos [al menos un poco]. Pero ¿por qué la llamaron radio juvenil? Tal vez porque la radio corriente del momento era la de los adultos, envejecida, formal… la nuestra fue vanguardista, arriesgada y en cierto modo contestataria, pero conservando la ética. Sin embargo, hubo que aprender hacer dinero y oyentes. Por otra parte, los buenos DJs son como las buenas canciones, que llegan y se quedan como clásicos, otros pasan desapercibidos o se convierten en “Macarenas".
Es a partir de la segunda
mitad del siglo XX cuando el concepto de juventud comienza a preocupar a los
poderosos de la industria y el comercio, en particular dentro del contexto
norteamericano. Hasta entonces, niños y niñas pasaban a convertirse en hombres
y mujeres, de la noche a la mañana, sin lapso transicional de ninguna especie y
sin mayores consideraciones intermedias ni miramientos de índole alguna.
En Estados Unidos, la posguerra y las condiciones económicas subyacentes traen consigo la necesidad de generar nuevos espacios de mercado. La televisión prorrumpía como nuevo medio por excelencia a la vez que revolucionarios patrones de conducta y consumo se inoculaban en nuevos grupos objetivo. Los adolescentes, terreno hasta entonces inexplorado, se convertirían en adelante en una obsesión para la industria cultural. La radio, en procura de mantener una necesaria vigencia y un nivel de competitividad aceptable ante medios más novedosos, haría lo propio con el objeto de capturar a este “nuevo público”.
El rock’n’roll, con Elvis Presley como uno
de sus más granados representantes, sería una demostración de cómo, lo que de entrada
podía surgir como un grito de rebeldía contra la sociedad adulta, tendía a
transformarse con el tiempo en el más dócil y rentable hijo del sistema. El
papel de la radio en esa masificación del innovador movimiento musical quedó
manifiesta gracias a la labor de personajes como Alan Freed, famoso lanzadiscos
de los cincuenta, quien desde los micrófonos de radioestaciones como WINS
consiguió aglutinar a numerosos grupos de adolescentes en diversos ceremoniales
rítmicos. La mayoría de éstos culminaba en desordenadas jacarandas y actos
vandálicos sin precedentes, algo que, como es de suponer, suscitaría gran
zozobra dentro del gremio de padres de familia, maestros, miembros de la fuerza
pública y el gobierno. Freed sería por cierto, protagonista del primer gran
escándalo de corrupción radial en el que la llamada “música joven” se vería
envuelta. Era la renombrada Payola –
de la cual hablaremos posteriormente-, cuando se le acusaría de dar rotación
privilegiada a ciertos temas a cambio de remuneraciones adicionales de las
casas disqueras, con lo que quedaba claro el inmenso poder de manipulación de
las predilecciones populares que desde la radio podía ejercerse.
Por su parte, las clases altas colombianas vivirían su propio remedo de rebelión: Hacia 1954 se lanzaba el que con los años llegaría a ser recordado como uno de los primeros éxitos de Rock’n’Roll: Rock around the clock, de Bill Halley and The Comets, y que sería gracias a los buenos oficios de Carlos Pinzón, famoso hombre de radio, a través del programa de radio Monitor, transmitido por la emisora Nuevo Mundo de Caracol. Días después, la película "Al compás del rejoj" se estrenaría en el teatro El Cid de Bogotá, inaugurando de paso las en adelante infaltables hordas de energúmenos destructores de butacas y demás indumentos cineastas, a la fecha aún activos. Otro pionero fue Jimmy Raisbeck, decano de los Disk Jockeys en Colombia, quien a principios de los sesenta lanzaba discos de rock’n’roll a través de un programa nocturno en Radio Continental, programa en el que curiosamente colaboraba como operador de audio el mismísimo Alfonso Lizarazo.
De esta manera y pese a la
fragilidad de la infraestructura generada en torno a la comercialización y
divulgación del rock’n’roll en la Colombia de los sesenta, surgen valientes
intentos por producir una radio en donde la juventud tuviese cabida. Es éste,
por ejemplo, el caso de Radio 15 de Caracol, emisora ubicada entonces en los
1310 Khz del AM. El concepto, tal como su nombre lo indica, era el de reunir a los
llamados “teenagers” en torno a un receptor de radio. El proyecto, lejos de
haber sido montado tras complejos estudios de mercadeo o análisis de sintonía
obedeció a la intuición y el olfato comercial de sus gestores, Alfonso
Lizarazo. Diego Fernando Londoño y el músico y locutor Edgar Restrepo Caro
entre ellos.
Luego vendría El Club del Clan (reconstrucción
idéntica de un programa argentino del mismo nombre), un espectáculo radial
transmitido por Radio 15 y más tarde por el entonces Teletigre. Es curioso el carácter multimediático que alcanzaría la
radio en ese entonces. Radio 15, por ejemplo, fue –sin exagerar- discoteca,
radioestación y a la vez sello disquero.
Así, contrario a lo que con frecuencia y categórica ignorancia suele afirmarse,
la historia del rock y la radio joven colombiana no es tan joven como parece
–al menos cronológicamente hablando-. Después de todo ya han pasado cerca de
cuarenta años desde la aparición de los primeros atisbos discográficos
nacionales en ese sentido, y casi cincuenta desde sus primeras incursiones en
las ondas hertzianas. La paradoja está en que la única constante de dicha
historia es su intermitencia y su amnesia recurrentes, haciéndola, por tanto,
una crónica de hechos aislados y poco conocidos. Jóvenes, rock, inconformismo,
escándalo y drogas son conceptos que, por causa de la desinformación frecuente
y a veces deliberada de sus detractores, suelen combinarse en una orgiástica,
inexistente e indiscriminada mezcla. Porque además de los jóvenes de clase
media alta residentes en sectores como Sears, La Soledad o Palermo, estaban los
inmigrantes campesinos engrosando involuntaria y forzosamente las filas de la pobreza
bogotana.
El club del clan también disponía de una página completa en el periódico, una revista exclusiva y un programa de televisión. El rock ‘n roll’ nos vendría entonces –por rebote- de los territorios gaucho y azteca. Mucho se les debe a bandas como Los Daro Boys o los Daro Jets, por allá en 1963, ambas pioneras del Twist en Colombia. Tras ellos llegarían Los Danger Twist, Los Speakers, Los Flippers, Los Streaks, Los Wallflower Complextion, Los Yetis, Los Young Beats, Los Ampex y los Beatnicks, entre otros. Curioso es que la abrumadora mayoría de estos conjuntos apelara a la lengua inglesa a la hora de buscarse un nombre. Al comenzar dedicados al surfing y el go-go, algunos incursionarían después con fortuna en la psicodelia, y más adelante en el campo progresivo. Otro tanto se diluiría en el tiempo. El otro restante cambiaría las guitarras eléctricas por los ritmos tropicales: el caso,por ejemplo de Gustavo Quintero y Los Graduados, agrupación cuya indumentaria a las claras imitaba la de las bandas beat de moda pero cuya música estaba más cerca de la parranda tropical que del sonido del Mersey. A contrapelo estaban los artistas llamados suaves, hoy injustos adalides de la cultura de los sesenta, Oscar Golden, Vicky, Lyda Zamora y otros. Mientras en los barrios populares se formaban pandillas de sonoros nombres como Los Villanos, Los Yanquis o Los Golden Eagles, los adolescentes de clase alta derrochaban el combustible de sus vehículos último modelo en las famosas carreras go-go, en las inmediaciones de la entonces despoblada calle 116.
Sorprende el sospechosamente
amplio interés de las disqueras en prensar los trabajos de las nuevas bandas
criollas. Viene el hippismo, los movimientos estudiantiles, lugares memorables
como La Bomba, El Diábolo o La Píldora, las comunas de La Miel, los almacenes
de la calle 60 en Bogotá, el nadaísmo, giras musicales patrocinadas por la empresa
privada como el Milo a Go-go, el
festival de Ancón en Antioquia, conciertos en Silvia (Cauca), algo así como
unos Woodstocks o Monterrey Pop
Festivals a lo criollo. Ninguno de estos acontecimientos tuvo, como se verá,
solución de continuidad alguna. Prueba
de ello es que en la década siguiente la producción discográfica disminuiría en forma notable
hasta llegar a un virtual letargo por inanición, que se prolongaría hasta
finales de los ochenta. Los pocos sencillos, ep’s y larga duraciones
sobrevivientes de este período son hoy
piezas incunables, fuera del alcance del público común. De entonces nos quedan
uno que otro disco qué recordar, conciertos masivos y la memoria falaz de
quienes afirman haber vivido tal época a plenitud, al mismo tiempo que incurren
en toda suerte de imperdonables despropósitos y errores al respecto. Muchos de
ellos son nostálgicos desinformados, otros ejecutivos exitosos y arrepentidos,
otros, deambulantes consumidos por la droga o el alcohol, y los más afortunados,
defensores a ultranza de la llamada “década prodigiosa”. Algunos de los mejores
talentos emigraron en busca de más fértiles espacios para el desarrollo de su
arte. Otros dedicaron sus vidas al servicio de la música publicitaria, música
que por supuesto da fe de su indudable talento. Otros han muerto o han
desaparecido en el camino. Poco o nada saben los jóvenes de hoy acerca de estos
pioneros del rock nacional, un desconocimiento
que pone en evidencia uno de nuestros más grandes vacíos en cuanto a cultura
contemporánea se refiere y la amnesia colectiva que nos aflige desde siempre.
Cuando los sesenta terminan,
tiene lugar un éxodo masivo por parte de un considerable grupo de los más
destacados músicos de la década. Mientras muchos representantes de la clase
alta optan por adelantar sus estudios en el extranjero, Colombia vivirá su
propio proceso migratorio interno gracias a los jóvenes de escasos recursos desplazados
del ámbito rural por diversas circunstancias. Pareciera como si el movimiento
anterior no fuese más que un destello pasajero, producto del fugaz entusiasmo
de la década. Por desgracia, lo que con más fervor se recuerda de entonces es
el menos interesante de los movimientos musicales encabezado por extraños
híbridos colombomexicanos como Oscar Golden, Harold, Vicky o Lyda Zamora. En el
otro extremo estaban, por ejemplo, Pablus Gallinazus o Jotamario Arbeláez,
vinculados a la izquierda o a corrientes intelectuales bastante más sólidas, el
nadaísmo entre ellas. Con el tiempo, de las extintas bandas de rock de los
sesenta aparecerían nuevas formaciones haciendo uso de exintegrantes de los ensambles
anteriores, mucho más experimentales. Humberto Monroy formaría Génesis, una de
las más interesantes y persistentes bandas del rock en el país, creadora del
folk rock colombiano. Los Flippers sobrevivirían con distintos integrantes.
Siglo 0 y Columna de Fuego reclutarían a músicos ya famosos en diversas
agrupaciones de los sesenta. Algunos ensambles del tipo Malanga encontrarían en
discos de 45 revoluciones por minuto y una canción en cada cara, su único testimonio
para la posteridad. Habría, contra todas las adversidades, excelentes
grabaciones como La Gran Feria, de La
Banda Nueva o Pronto viviremos un mundo
mejor de Los Flippers, algo más progresivos que diez años atrás.
Pese a que las condiciones económicas del país parecen mejorar, no ocurre lo mismo con la eterna ausente infraestructura de divulgación y ventas, ahora evidente. Las disqueras dejaron de poner sus ojos en las jóvenes bandas nacientes y –de seguro- en los jóvenes también. Las utopías de amor y paz desaparecen: al igual que en gran parte del mundo se van diluyendo para dar paso a ideales más propios de músicos mortales que de sabios sobrenaturales. Así, muchas de las mejores bandas colombianas de los setenta no consiguen dar testimonio alguno de su paso por la historia, algo lamentable si nos comparamos con los casos de México o Argentina. Se pone de manifiesto, por primera vez, la inexistente industria del rock en Colombia así como la ausencia absoluta de un impulso necesario para dar alguna medida de continuidad al boom comercial de años pasados.
Surgen así, iniciativas radiales para nuevos públicos. Radio 15 se convierte en Radio Visión. Manolo Bellón, quien siendo un adolescente había llamado a la emisora para corregir la mala pronunciación de un tema anunciado por Restrepo Caro, se constituiría en el arquetipo del Dj del momento. Todelar responde con Radio Tequendama, dirigida por Gonzalo Ayala, un proyecto algo menos elitista en donde se combinan los últimos éxitos del pop mundial con la balada local y extranjera. De otro lado viene Radio Fantasía en los 1550 de AM, al principio bajo la batuta de Álvaro Monroy Guzmán, veterano símbolo de la radio y la televisión en el país y luego en manos de Cenpro, de la Fundación Social. Son muchos quienes aprendieron a oír rock con Radio Fantasía, emisora en donde se combinaban anécdotas pregrabadas en relación con la música, y las mejores canciones de la época, por lo general bajo el patrocinio de Disco Club... Todas las ondas en música. HJCK, emisora clásica por excelencia también abriría algunos espacios para la transmisión del rock progresivo del momento. Cada una sintonizada por un segmento distinto de la población joven.
Cada una excluyente e incluyente a su manera. Casi al final de los setenta, aparece HJJZ, última sucesora de la saga Radio Quince-Radio Visión con el slogan: “H doble J Z... Sobradísima” que terminaría por convertirse en “La emisora “Menuda” de Colombia”, en alusión, claro está al grupo Menudo. Es de mencionarse también el aporte de la cadena radial de la familia Sánchez Cristo: Emisoras Eldorado en donde empezaría la carrera de Julio y Jaime Sánchez, hoy verdaderas y controvertidas estrellas de los medios criollos.
En la escena musical, los
ritmos se diversifican como nunca antes. Heavy Metal, Hard Rock, Progresivo,
Disco, Punk y Rap, son sólo una mínima muestra de las muchas posibilidades
sonoras planteadas por los setenta. En los ochenta, al menos desde el punto de
vista comercial, en Colombia el pop impera por antonomasia. Al iniciarse la
década, con la llegada del FM y el cada vez menos competitivo sonido de las
producciones colombianas de entonces, el rock nacional se convierte en una
excentricidad marginal y olvidada, en el más reducido sentido de la palabra. La
juventud encuentra nuevos espacios en estaciones radiales con formatos un tanto
acartonados, por causa de las estrictas regulaciones iniciales del Ministerio
de Comunicaciones.
La polarización entre AM y
FM señala de nuevo cierta brecha social entre los oyentes de una y otra banda.
Mientras Tequendama (cuyo slogan en mal inglés rezaba “somos el six ten A.M. de la capital” y en donde se efectuaban
traducciones bastante lamentables en español de los éxitos de moda) se aferraba
a un formato algo ecléctico, orientado hacia lo popular, en donde se podían oír
indistintamente y en la misma franja el dulzón pop de Daniela Romo, los sonidos
duros sobreproducidos de Deff Leppard o la potente voz varonil de Nino Bravo. El formato FM tendería hacia los éxitos del
rock y el pop internacionales sin dar mucha cabida al joven músico o locutor.
De vez en cuando se organizaban pequeños festivales, murgas o presentaciones en
vivo. Algunos músicos tocaban de forma esporádica en musicales televisados como
Telectrónico Musical, El Club de la
Televisión, Espectaculares Jes, El Show de Jimmy, o incluso en la nada remozada y muy poco afortunada
nueva versión de El Club del Clan que
en los ochenta y luego en los noventa intentaría por segunda y tercera vez, sin
éxito, hacer presencia en la televisión.
Las emisoras anglo se rehusaban a transmitir éxitos en español. Habría que esperar hasta el tardío advenimiento del rock “en tu idioma” para que un nuevo espejismo surgiera para los cultores de éste en Colombia. Nombres ligados a esta primera etapa de la radio juvenil FM en el país son el de Carlos Alberto Cadavid, Chucho Benavides “Show”, César Ramírez, Leslie Abadi o Hernán Orjuela, un estilo intermedio entre la solemnidad de la década pasada y la informalidad venidera. Desde el norte y el sur nos bombardearían los sonidos de bandas y solistas. A raíz de la guerra de las Malvinas, el gobierno argentino restringe la transmisión de temas en inglés, lo que favorece el resurgimiento del rock local, una música cuya tradición era en el cono sur, por sí sola, innegable. Hacia 1988, Colombia se treparía a este tren con representantes del pop como Compañía Ilimitada, Pasaporte, Distrito Especial, Signos Vitales, Sociedad Anónima, Alerta Roja, Zona Postal y otros músicos de la línea más dura, Kronos, Kraken, Darkness y La Pestilencia, entre ellos.
La infraestructura se
mantiene incipiente y el reconocimiento de las bandas colombianas no trasciende
las fronteras locales. El Concierto de
Conciertos, de 1988, promovido en gran parte por la administración
distrital del entonces alcalde Andrés Pastrana, sería, tal vez, el momento
cumbre de este fugaz entusiasmo por el rock local. El trato recibido por los
músicos colombianos en comparación a sus colegas extranjeros seguía siendo de
segunda clase. Las disqueras parecían manifestar un renovado interés en sacar
provecho del movimiento que, a la postre, no pasó de ser un nuevo destello pasajero,
sin menores repercusiones en el largo plazo. Por iniciativa de Hernán Orjuela y
AIRE (Asociación Internacional de Rock en Español) se celebra en 1989 la
primera, última y única edición de los premios
Coca Cola Rock y Pop en Español en donde se reúne a gran parte de los más
famosos músicos extranjeros en el ámbito local. Con excesivas precauciones, la
radio volvería sus ojos hacia el nuevo rock local y por primera vez desde los
lejanos setenta el idioma castellano volvería a cobrar alguna importancia, al
menos en las “grandes” ciudades.
Pero si hay algo que debamos
agradecerles a los ochenta fue la virtual (luego un tanto falsa) resurrección
del rock colombiano, aunque ésta no gozara de la continuidad esperada. Algunos
trascendieron tímidamente las fronteras locales y participarían con discreto
éxito en festivales internacionales. Cabe preguntarnos qué hubiera sido de los
artistas nacientes por entonces si hubiesen contado con plataformas de despegue
como el MTV o el decidido apoyo de los todopoderosos líderes de la industria
del espectáculo.
Con todo, la radio cobró
considerable importancia dentro de este proceso de apropiación idiomática. El
formato de las estaciones y sus locutores permanecía algo alambicado y
ceremonioso. Medellín había dado el salto un poco antes gracias a las
innovaciones iniciadas por personajes como Donnie Miranda y Tito López, primero
en estaciones de bajo perfil en
AM como Emisoras El Poblado y La Voz del Cine, hasta el inicio de los programas de la mañana, calcados de los Morning Zoos norteamericanos y reconstruidos bajo el nombre de Despiértese con Veracruz, en Veracruz Stereo.
AM como Emisoras El Poblado y La Voz del Cine, hasta el inicio de los programas de la mañana, calcados de los Morning Zoos norteamericanos y reconstruidos bajo el nombre de Despiértese con Veracruz, en Veracruz Stereo.
Y así dejamos esta Reflexión Hertziana. Los esperamos muy pronto con los casos de las emisoras
juveniles y de entretenimiento, analizando qué razones llevan o llevaron a sus
éxitos y desaciertos. Los esperamos.
[1] https://www.google.com/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=3&cad=rja&uact=8&ved=0ahUKEwjFz6HSlN7aAhWPm1kKHa87CwkQFgg7MAI&url=http%3A%2F%2Fwww.oas.org%2Fudse%2Fdit%2FSISTEMATIZACION%2520DE%2520EXPERIENCIAS%2520OEA99Educacion%2520Inicial%2520Colombia.doc&usg=AOvVaw3-I_1Xw8ssXu9MxdcLVup3
[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Color%C3%ADn_ColorRadio
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